Carlos Morales
A pesar de que algunos virus izquierdistas odian y descalifican a la CNN (sobre todo a su versión hispanoparlante, que es obsesiva y tonta con Cuba y Venezuela), sigo creyendo que la cadena informativa mundial hace un periodismo de gran calidad, y se vuelve una herramienta indispensable para estar bien enterado de lo que sucede en el planeta. Gracias a CNN y a la pandemia que nos tiene arrinconados frente a la tele y demás pantallas, pudimos ver en directo, y minuto a minuto, todo el desmadre en que cayó el otrora país más influyente del mundo después de que un energúmeno tombo racista mató, con rodillazo de atleta, a un ciudadano negro que supuestamente intentó meter un falso billete de veinte dólares en la farmacia. La escena, en que el gorila D. Chauvin asesinó por estrangulamiento a George Floyd, la vio el mundo entero en el momento mismo que estaba ocurriendo, pues la CNN y los teléfonos celulares se encargaron de que así fuera. Mientras Floyd gritaba que no podía respirar y sus tres cómplices le sugerían que lo aflojara un poco, el criminal Chauvin apretó el torniquete y lo convirtió en cadáver. ¡Por veinte pesos y un odio muy antiguo! La acción no tiene nada de nuevo, ni de raro. Ocurre con frecuencia en los estados sureños y también en los otros. Se ha repetido con toda clase de arma (remember Rodney King) y, por lo general, los policías asesinos resultan libres “ante la falta de pruebas”. Los negros de un país que todos los días reciben el insulto de sus vecinos red-necks y sobre todo de la máxima autoridad refugiada en la Ave. Pensilvania, la cual, sin saber bien lo que habla, afirmó el día de las marchas que “si hay saqueos hay disparos”, lo mismo que había dicho en 1967 el jefe de policía de Miami para arrasar otros disturbios. Y que, por eso, constituye una frase enervante, ofensiva, racista, como las que condujeron al movimiento reivindicativo Black Power en los años 60 y que, con Ángela Davis, Malcon X, Stokelly Carmichael y Luther King, lograron un mínimo avance que tuvo en Barack Obama su símbolo más adelantado. Aunque no definitivo, como se puede ver. La indignación por el crimen de Floyd, que todos vimos, era para tirarse a las calles y, por suerte, así ocurrió en las ciudades grandes del contradictorio país. Pero las escenas que en ese mundo tan despiadado, tan lleno de injusticia, de estupidez y de intolerancia me brindaron un aliento de esperanza, fue observar que ese pueblo gringo, puesto en pie y listo para reclamar justicia para el desarmado negro de Minneapolis, no era gente afroamericana. Para mi grata sorpresa, en todas las ciudades, incluyendo las de mayoritaria población negra como Atlanta, Los Ángeles, Washington y New York, las personas que reclamaban justicia y ponían el pecho a los batones de la policía, eran en un 80% blancos, latinos y orientales. Pocos negros. Eran blancos en solidaridad con el afro-americano, en contra del racismo, de la intolerancia, de la violencia. Y no cualquier tipo de blancos. Ustedes también los vieron, eran jóvenes, mujeres, más bien jovencitas rubias, valientes muchachos justicieros que levantaron su voz y pusieron la cabeza y el pecho a los garrotazos de una tropa gorila que representaba el stablishement que, desde la Casa Blanca, ha aupado el desprecio racista con sus estúpidos twitteos de “hambrientos, violadores”. Adoro a ese poder blanco, porque ese poder blanco, ese White Power de la noche negra de Trump, habrá de florecer en noviembre con la misma dignidad de hoy para sacarlo de la Avenida Pensilvania. Que la memoria de Floyd y los miles de mártires negros que llevan 200 años de horror y angustia, iluminen a todos los votantes para que esta historia no se repita. Con vidrios rotos y carros quemados, ese es el poder blanco de la solidaridad y el raciocinio contra el verdadero shit hole que se entroniza hasta diciembre en la White House. Muy lamentables la violencia y los destrozos, pero como en Palestina, no hay que olvidar por qué fue que comenzó todo. Moravia 31-5-20 Una nueva alarma sobre el proceso de destrucción y venalidad que sufre el periodismo costarricense, ha sido publicada hoy por el periodista Carlos Morales en varios medios digitales.
Se puede leer completo el artículo en la siguiente dirección: https://quetortacr.com/actualidad/la-prensa-ya-no-busca-noticias-ahora-le-llueven-y-con-billete/ Durante los treinta años que dicté clases de periodismo en la Universidad de Costa Rica, me pasó con frecuencia que los estudiantes matriculaban el curso porque “querían ser escritores”. Los que venían seducidos por la televisión o la radio buscaban siempre otro profesor, aunque a los primeros los vi, más tarde, desenvolverse a gusto en los más diversos campos de la comunicación. El actual Presidente de la República, por ejemplo.
Muchos de los que llegaron para ser escritores lo han logrado, pero hubo también otros que salieron defraudados, porque mi clase era de periodismo, de periodismo del duro, y no de literatura. Recuerdo un par de muchachos que venían flechados por la poesía, y cuando me hacían una “pirámide invertida” medio corronga y en verso, no tenía más remedio que reventarlos. Me odiaron desde ese día y todavía me enjachan en la calle. Pero lo que no sabían, ni los primeros ni los segundos, y que esta pandemia covid19 ha servido para revelar, es que mientras pasaba aquel tiempo docente, se estaban acumulando en mi archivo cientos de documentos, fotos, links, power-points, millones de bits, etc., sobre la literatura, el libro, y su alma nutricia: la lectura. En efecto, desde los años 80 venía guardando materiales que algún día serían un libro sobre mi pasión mas arraigada, y ha sido la cuarentena obligatoria de este año de la peste, la que finalmente posibilitó juntar todo aquello con los flecos de mi memoria, y concretar La pasión del libro, un ensayo breve de 120 páginas que voy a dedicar a todos los chavales que leyeron conmigo, y fortalecieron de ese modo, el noble vicio de la lectura, que sigue siendo la ruta más segura para el pensamiento profundo y para la superación de todas las crisis, como la de hoy, que lleva ya 200.000 cadáveres. Para los chicos que me odiaron porque no les hablé de literatura en mi curso de periodismo, este manual será una clase tardía, pero bien estudiada y, para los otros, pues verán que es algo de lo mismo, pero con nuevas evidencias, ya que ellos saben muy bien que el periodismo es un género literario. Tal vez el que más quiero. La pasión del libro será publicado por Editorial Prisma inmediatamente después de que salgamos de la peste, y estará en librerías en dos o tres meses. La chef Isabel de Campabadal fue obsequiada con el más alto premio cultural del país. El arte mayor, cuando es grande, es único, emocionante e irrepetible; sostiene Carlos Morales en este artículo que preparó para el Semanario Universidad, aunque se filtró antes en las redes sociales.
Igual lo puede leer completo aquí: LA CORRONGUERA CULTURAL Carlos Morales Cuando a mediados de los años 80 un grupo de integrantes de la academia empezamos a percibir cierto declive en las formas de hacer periodismo en Costa Rica, emprendimos una solitaria campaña contra un fenómeno que denominamos el periodismo corrongo. Amplificamos la crítica contra la subjetividad, contra la descripción rosadita, contra la frivolidad, contra la sumisión a los valores de Miami, contra el abuso del buen comer y del fast food, contra la ropa usada, contra la falta de conciencia ciudadana y en fin, contra todo lo que fuera cultura del espectáculo, que todavía no se llamaba así. Al principio fueron los títulos y reportajitos simpáticos en los que, para informar el robo de una vaca solo ponían MUUUUUUUUU… con letra grande o le dedicaban planas enteras a cómo mover la colita en un baile de graduación o a cómo tener un buen derriére… La mayoría de las críticas iban dirigidas contra el periódico La Nación, porque allí fue donde se incubó la epidemia y porque en ese tiempo todos los otros medios locales le seguían los pasos y buscábamos atacar el mal en su raíz. Ya cuando teorizamos la idea del periodismo corrongo en 1989 y este término sacudió muchas revistas y diarios de América y Europa (ver Internet), la tendencia había sembrado sus garras en Alemania: el infontaiment (información+diversión) conquistó los grandes medios de ese país y fue copiado en muchos otros. Descubrimos pues que la corriente o tendencia –como dicen ahora– era mundial, y no solo de Llorente. Vargas Llosa la retrató con pelos y señales en su libro La civilización del espectáculo (Alfaguara, 2012). Después han venido muchas teorías y libros de filosofía que hablan de frivolización del siglo XX (Savater), delicuescencia de la cultura(Bauman), superficialidad de la educación(Freire), y todo ello confabulado con la creciente mediocridad universal que denunciara Umberto Eco, Creo que el periodismo, desde que dejó de ser un servicio público (Informe Mac Bride), una propiedad de todos, para convertirse en una corporación plutocrática al servicio de sus dueños y su interés pecuniario, es en gran medida culpable de los valores que hoy nos rigen y nos sofocan con su estulticia. Valores como el arte de Duchamp, que convierte en pieza de museo un excusado hediondo bajo el pretexto de que la cultura es todo y debe ser de todos y para todos, no fue más que el principio de la decadencia que hoy nos explicaría por qué alguien puede concebir que el Premio Nacional de Cultura Magón, antes honrado y resguardado por Joaquín Gutiérrez, Fabián Dobles, Marín Cañas, Paco Zúñiga, Julián Marchena, Paco Amighetti, etc., sea hoy el altar en que se puede entronizar una respetable cocinera, dueña de un katering serviceespecializado en mesas de ricos como los del estafado Banco Anglo o de las anacrónicas monarquías europeas. Dicho sea con todo respeto para ella, pero con total irrespeto para la tendencia cultural que le permite ese inefable escalamiento artístico intelectual que se otorga por la obra perdurable de una vida y no por un cremoso de berenjena o algunos libros de recetas. ¿Seguirá la Tía Florita?¿ O el restaurante de doña Chela? ¿O inventamos un premio de culinaria como en Francia? La cultura es todo lo que hacen los seres humanos, cierto, pero tiene su gradación, y esa gradación suele estar determinada por la trascendencia de su producto (valor que precisamente perdió nuestro periodismo hace rato), de modo que entre la bisutería de un hippie argentino en Playas de Jacó y la producción musical de Benjamín Gutiérrez, Julio Fonseca o Eddie Mora, hay una gran distancia, y para asignar un lauro nacional de millones de colones que pagamos todos los costarricenses, el parámetro que se debe usar no es el de la corronguera cultural que La Nación y sus medios aliados vienen predicando entre nuestros indefensos lectores y televidentes. También hay buena culpa en el Ministerio de Cultura, que propicia la integración de jurados acéfalos, o casi; y en esos mismos jurados que llevan en su ADN la cultura del espectáculo inoculada por la corronguera. Para no repetirme demasiado, en mi libro Los hechizados del siglo XXI (Prisma 2006, asequible en Amazon.com), se puede consultar toda la historia de cómo hemos llegado a tan incómoda circunstancia. Y no debemos olvidar que vivimos en la era Trump: el mundo patas arriba, que decía Galeano; y que nos deslizamos inexorablemente hacia un mundo orweliano, donde impera el inverso de los valores, donde el corcho se hunde cuando el plomo flota y todo lo blanco será negro. Hasta que el péndulo se dé la vuelta. ¿Verdad don Arnoldo Mora? ![]() El abogado y periodista Rafael Ángel Ugalde ha hecho un acercamiento psico-social a nuestro libro EL EGO ME MATA… Lo publicó en la revista Los Libros del Semanario Universidad, y también en el periódico digital El Jornal.com, donde se puede leer con el siguiente link: http://eljornalcr.com/el-iceberg-del-maestro/ Confiar en el no coma cuento de los reporteros cazadores de fake news es como encomendar a la Fábrica Nacional de Licores la cura de los enfermos alcohólicos, denuncia Carlos Morales en un digital.
La entrevista viene a complementar las tesis del escritor sobre el proceso de deterioro que vive la hoy deslegalizada profesión y que denunció años atrás en Periodismo corrongo, El periodismo está destruido, Noches sin tregua, en Café sin palabras, además de sus obras conocidas. La interviú apareció en Quetortacr.com el día emblema de las fake news (28 de diciembre). Léala en: https://quetortacr.com/2019/12/28/entrevista-carlos-morales-la-mayoria-del-periodismo-es-fake/ Es un dicho muy socorrido y popular, para describir un momento de gran fortuna, de mucha suerte, de gran éxito, el decir que todos los astros se juntaron.
Pero, no es muy cierto que los cuerpos celestes se reúnan para casi nada; todo lo contrario, siempre siguen sus órbitas indiferentes, distantes, y más bien se mantienen alejados cuanto pueden para evitar un cataclismo. En la vida cotidiana de los humanos, la suerte, esa ficticia conjunción de los astros, solamente llega cuando se ha trabajado muy duro, cuando se ha transpirado mucho, cuando se ha producido obra, cuando se hereda algo de valor para los otros. Sea lo que sea. http://eljornalcr.com/todas-las-estrellas-se-alinean/ El eminente abogado penalista Juan Diego Castro, no se quedó en los bordes la noche de la presentación del libro de Carlos Morales, El ego me mata… el pasado 19 de octubre en Tarbaca. Le entró al fondo de modo filosófico, político, psicológico y hasta poético. El también escritor y candidato a la Presidencia de la República, tuvo a su cargo el discurso principal en un acto que llenó completamente el restaurante Los antojos de mi abuelo a diez kilómetros de San José. Atendió al público la anfitrionas Gabriela Morales, propietaria del lugar y coordinó la tertulia el prestigiado autor Mario Zaldívar. El doctor Castro Fernández evocó las fuerzas del ego desde la perspectiva de Sigmund Freud, pasando por las clases de inteligencia de Howard Gardner, las recomendaciones éticas de la francmasonería, para terminar en los cuentos poemáticos del libanés Gibran Khalil y sin dejar, por supuesto, de disparar sus dardos contra el PAC y el ex gobernante Oscar Arias. Dijo que el libro de Morales es un parte aguas en la ensayística local, da una campanada en el auto conocimiento colectivo, y sirve para ver reflejadas en un juego de espejos las miserias de corrupción que nos envuelven. Al final de su aplaudido discurso, regaló a Morales una espada toledana para que continuara denunciando sin miedo la porquería nacional y también un espejo triple para que no se dejara vencer por el ego. Citando a Thomas Jefferson, le dijo: Continúa haciendo con tu pluma lo que en otros tiempos se hacía con la espada”. El escritor homenajeado respondió todas las preguntas que los asistentes le formularon. El novelista costarricense Mario Zaldívar relata todas las vinculaciones culturales que le despertó el libro de Carlos Morales El ego me mata…
Léalo aquí: http://www.caratula.net/edicion-92-critica/ |
InformaciónEsta página del escritor costarricense Carlos Morales fue inicialmente confeccionada a partir de una bio-bibliografía realizada, para la Escuela de Bibliotecología de la Universidad de Costa Rica, por la entonces alumna Ana Ruth Sanabria Méndez, en mayo de 2001. Con el paso de los años, se le agregaron otros contenidos y se ha actualizado con la obra periodística y literaria del autor.
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