Este artículo está para publicarse en los próximos días en el Semanario Universidad, en la revista Archipiélago de la UNAM y en el ElJornal.com.
Lo ofrecemos aquí como un adelanto a los seguidores del autor. Carlos Morales En el gremio de los escritores existe un axioma que se repite con frecuencia: “no importa lo que cuentes, lo que importa es la forma como lo cuentas”. Esto quiere decir que, no es tan importante el tema o la trama que poseas, como la forma en que logres narrarla. Es decir, importa el contenido, pero más importa el continente. En parte es algo cierto, pero no totalmente; porque una cosa es ese librito bien difundido que se llama El principito, y otra cosa es ese monumento literario inigualable, que se llama Crimen y castigo… Como dicen los mexicanos: una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Lo que sí es definitivo es que la forma en que está escrito un libro es determinante para su éxito, comprensión y valía, por lo que los autores han vivido eternamente preocupados de la forma, de ese sistema de narrar que seduce, que atrapa al lector, que todo lo puede. Al extremo de que el gran maestro francés Gustave Flaubert, soñaba con escribir un libro que fuera un arte de pura forma, como la música, sin anécdota, sin historia (¡!). No he sabido de alguien que lo haya logrado, pero sí de muchos que lo han intentado. El novelista policiaco Jöel Dicker (Suiza 1985) ha sido considerado el fenómeno literario más explosivo de los últimos decenios. Tiene publicadas ocho obras y ha sido traducido a 42 lenguas. Se calcula en 22 millones el número de sus lectores. Triunfador de todos los premios grandes que en Europa han sido, comenzando por el Goncourt, vivió buen tiempo en los Estados Unidos, y lo mismo escribe en inglés, en francés, y un poco en español. No lo conozco personalmente, pero lo he leído tanto y apreciado en sus entrevistas de vídeo, que me parece muy cercano. Es lo que pasa con los escritores grandes. Originalmente Dicker es un narrador de trillers, es decir, un policiaco, pero por su edad, no es tan discípulo de los clásicos Raymond Chandler y Dashiell Hammett, como de las modernas teleseries escandinavas, de donde pareciera alimentarse buena parte de su producción. Como no soy un lector asiduo de novelas policiacas, debo explicar que en su literatura encontré valores agregados que me hicieron seguirlo e indagarlo. Incluso –si quieren– convertirme en su fan. Por ejemplo, la nitidez de su lenguaje (bien traducido, pues lo leo en español) asociada a la sencillez de sus expresiones, las cuales van siempre dirigidas a un objetivo concreto y nunca tratan de impresionar gratuitamente al lector ni de pavonearse con el estilo, cosa algo usual en los postmodernos franceses de ingrata memoria. Tampoco abundan en sus libros la sangre, la violencia, o el morbo sexual. Es –para decirlo de alguna manera– un estilo de novela negra pero bastante blanca. Desde su primera incursión, con Los últimos días de nuestros padres(Premio Ginebra 2012), Dicker se ha internado en historias policiacas de profundo valor humano y sofisticadas tramas que mágicamente se deslindan al final en un portentoso y laberíntico viaje de inteligencia, acertijos matemáticos y románticas relaciones que comprometen al lector hasta en lo más hondo de su sensibilidad. Su detallismo es prodigioso y sus alcances humorísticos le aportan un toque crítico frente a la sociedad actual. Hasta aquí lo que quiero decir es que Jöel Dicker es un seductor de la palabra. Nació con el don del gran relator, capaz de envolver al público en sus imaginarias fantasías criminales, y dejarle al final un gusto cristalino por la eficacia conceptual, lo estético de su discurso y la musicalidad de su narrativa. Bueno, pues en su nueva novela, La muy catastrófica visita al zoo (abril 2025), el artista decide explorar otros caminos, lo cual me encanta. Pero no tanto. Rompe de un tajo con su línea de deducción criminalística, geográficamente instalada en los Estados Unidos o Ginebra, para aterrizar en un kínder de niños discapacitados o especiales, sin expresa ubicación de nacionalidad. Y aquí viene lo bueno: el autor decide desmantelar todos los eventos y recursos narrativos de los siete trillers que lo ocuparon antes y, en vez de crímenes y muertes, tratar de seducir al lector con una historia intrascendente de seis niños, que se pierden en un zoológico después de ver inundados los lavatorios de su kindergarden y tratar de descubrir quién fue el que los tapó con plastilina. ¡Más insignificante no puede ser la trama! Para más inocencia y levedad, los chicos son todos víctimas de alguna discapacidad, y la historia es contada por Josephine, una niña de escasos diez años, en la mesa del comedor ante sus padres y un plato de sopa. Más inofensiva y poco trascendente no podía ser. Sin embargo, y aquí viene lo potente: el autor logra persuadir al público con su relato, con los mínimos incidentes que ocurren en aquel kínder de enfermitos y lanzar unos cuantos flechazos a la sociedad modernas con sus ataques a la democracia, a la libertad, a la educación y a la realización plena de los ciudadanos. Además de lo cristalino de su estilo, me encanta su intento por desmontar la novela policiaca con una arquitectura similar. Algo así como hizo nuestro venerado Cervantes con las novelas de caballería del siglo XIV. No es para nada el mejor libro de Dicker, pero su intento por convencernos con una historia pueril parece tener sentido en su declarado afán de acercar nuevos públicos a la lectura y por depurar un estilo transparente, donde la forma casi logra lo que el contenido no puede, pues, aunque no está del todo ausente, es bastante inocuo. Dice Dicker que lo escribió para lectores de los 6 a los 120 años y, por los millones de ellos que ha seducido, parece que lo va logrando. La envidia es que él mismo tiene apenas 39, y quien firma va alcanzando ya el nivel del piso ocho. Moravia, mayo 2025. La muy catastrófica visita al zoo Jöel Dicker Alfaguara 2025 224 páginas. Comments are closed.
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Por una bio-pic del autor haga clic
InformaciónEsta página del escritor costarricense Carlos Morales fue inicialmente confeccionada a partir de una bio-bibliografía realizada, para la Escuela de Bibliotecología de la Universidad de Costa Rica, por la entonces alumna Ana Ruth Sanabria Méndez, en mayo de 2001. Con el paso de los años, se le agregaron otros contenidos y se ha actualizado con la obra periodística y literaria del autor.
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