Carmen Naranjo y Carlos Morales allá por 1973. (Foto de Mario Roa).
Estas frases, más o menos sueltas, le fueron brindadas por Carlos Morales al periodista José Eduardo Mora, para un reportaje que ha publicado en el Semanario Universidad del 11 de enero 2012. Se reúnen aquí, como un homenaje a la amiga fallecida el 4 de enero pasado.
–Se me dificulta mucho ver a Carmen Naranjo como una sola personalidad. Prefiero verla como en un laberinto de espejos, muchas veces reflejada en imágenes idénticas, pero diversas. Única, pero multifacética. Coherente, íntegra, pero distinta. –Para mí, primero, está la amiga. Más bien una hermana, una mujer solidaria, capaz de entregarse a los otros aun a riesgo de su propia tranquilidad. Cuando renuncié de La Nación (1975), fue la primera persona en brindarme una mano. Y no era una mano cualquiera, era brazo de Ministra. Se daba a todas las “promesas literarias” del país regalándoles talleres de poesía y les publicaba sus libros en la Editorial Costa Rica o en EDUCA o en el Ministerio. –Infatigable promotora cultural, de su viajes como consultora de UNICEF, rastreó los cenáculos de París, Buenos Aires o México y nos llenó San Chepe de luminarias intelectuales: Rulfo, Cortázar, Sábato, Pellicer, Cardenal, Pablo Antonio, Collazos, Sergio y Paco Zúñiga, deambulaban por la Avenida. –En su poesía es donde mejor se realiza como escritora, pero expertos como Beto Cañas consideran que lo magnífico son los cuentos, y yo no voy a contradecirlo. Sus novelas son vanguardistas, rupturistas, experimentales, a veces de difícil encuentro con el lector común, aunque su temática sea lo existencial profundo de ese hombre común que lee, pero no entiende. –Ahora siento que su grandeza mayor está en ser una de las primeras pensadoras de nuestro aldeano siglo XX. La percibo como una filósofa, y nótese que esa palabra era un dominio masculino, por lo cual ella es adelantada, pionera, y hasta Rodin hubiera podido esculpirla para romper con el machismo histórico que ella en sus ensayos combatió. –En Cinco temas en busca de un pensador está la esencia de la Carmen reflexiva, crítica, denunciante, pensante, filosofante, y eso lo vamos a encontrar en toda su obra, incluso en su primeriza Canción de la ternura, donde la pregunta sobre el ser y el estar encubre cualquier destello de pasión, de delirio. –Por ese empuje filosófico, Carmen (filóloga graduada en México y en Iowa) simbolizó para nosotros un paradigma académico, un ícono contra lo mediocre, lo corrongo, lo charlatán, lo farandulero, en contra de toda esa monserga empírica que ha terminado por ganarnos la carrera. Y, paradójicamente, esa ubicua valentía suya para criticar y desmenuzar lo frívolo, tornó un poco elitista su producción literaria. –Políticamente era una librepensadora, aunque militó muy temprano en la social democracia y fue amiga de Daniel Oduber, quien no dudó en fletarla de su gabinete cuando los empresarios se opusieron a su proyecto de Ley de Radio y abajo estábamos varios miles de carajillos gritando para que no la echara. Pero la fletó y Carmen alzó vuelo hacia mejores cumbres, mientras que los políticos se iban enterrando en el olvido, uno tras otro. Por eso la recordamos ahora y aquellos políticos ¿dónde están?